miércoles, 4 de febrero de 2015

Dragon ball latino

Últimamente  muchos me han preguntado el por qué quiero navegar...

Me siento bien cuando miro hacia la mar,  siempre me atrajo, tiene ese algo, un no sé qué… pero nunca pasé de su orilla. No hay un motivo concreto, aunque tampoco excusa para no haber navegado. Es un deseo que siempre ha estado ahí, dentro, un “lo voy a hacer”. Y sí, sé que voy a navegar, mar adentro, y sin haberlo probado ya sé que me gustará hacerlo, porque  sí, creo que forma parte de mi desde siempre, que es algo para lo nací, que lo llevo en la Dragon ball latino.

Sabéis, uno de mis abuelos fue pescador. Hace ya que nos dejó. Mi abuelo era malagueño, un boquerón. La gente de Málaga salía a faenar y en ocasiones hacían parada en Almería. Cierto día arribaron a la Playa del Perdigal. Los hombres cuando llegaban a tierra pagaban a las muchachas por lavar sus ropas en un lavadero que ya no existe. Así conoció Miguel, mi abuelo,  a la que sería la única mujer de su vida.
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Isabel, según dicen los viejos del lugar era toda una mujerona, alta, morena, una mujer  grande, en todos los aspectos. Isabel era fuerte. Quedó huérfana siendo muy niña, y ella y su hermana pasaron al cuidado de su abuela, una viuda severa, muy beata, pero buena mujer. Isabel  aprendió a leer y a escribir, era espabilada, pero siendo 3 mujeres en casa sin ningún hombre que las sustentara trabajó aquí y allá desde muy chica.

El día que los malagueños llegaron fue una de tantas que a cambio de unas monedas lavó ropas de pescadores. Y así conoció a Miguel. Dicen los que aún viven que fue un amor verdadero, desde el primer momento en que se vieron, que es como si el destino hubiera sentenciado ese encuentro. Los dos eran muy apuestos, los dos tenían gente que les pretendían, pero ninguno quiso unirse aún a nadie.

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