Hubo sólo un momento en que tuve miedo de morir, cuando no podía respirar. Y mi cabeza pensó en la posibilidad de pulmones perforados o algo así, pero sólo fue la paranoia y el shock del momento. Pero al pensar en morir, en mi cabeza apareció toda mi familia, no quería dejarlos, y Dani, me aterró la idea de dejar inconclusa mi misión con él de ayudarle a ser el mejor. Pero el dolor me trajo de regreso a la tierra, y la espera por la ambulancia fue larguísima. Hasta que aparecieron las luces y las sirenas.
Y los paramédicos de la Unidad Médica 1 de Zapopan me subieron a su ambulancia. Y al hospital. Yo elegí a que hospital quería ir, así que el camino me lo sabía de memoria, así que a pesar de ir amarrado, boca arriba y en una ambulancia, sabía perfectamente en que parte íbamos y cuanto faltaba, al tiempo que la paramédica me hacía preguntas para el parte médico de la ambulancia. La verdad es que el trato fue de primera, tanto de la ambulancia como de los médicos que me recibieron en el hospital, ojalá pudiera saber sus nombres para agradecerles. Ya en el hospital, debido a que no podía moverme, me quitaron la ropa de la parte de arriba, cortándola y dado que era un día frio, traía una sudadera roja, que compré en Washington, junto con mi amigo el Rusito, así que Ruso, ya no tenemos sudaderas iguales, se acabó el uniforme porque la mía está en pedazos. Ganaste.
Y de ahí a preguntas de lugar, fecha y nombre, para asegurarse que estoy conciente, luego revision física y muchas radiografías. Muchas. Esternón, torax, servicales, mano derecha, craneo. Yo sólo veía aparatos y aparatos. Al final, anestesia para enderezar mi dedo meñique de la mano derecha que quizá tengan que operar en unos días. Y collarín duro, durante un més, limpieza de las heridas leves y buenas noches, puede irse usted a su casa. Problema, cortamos su ropa, así que a las 3 am llegué a mi casa, adolorido, inmovilizado parcialmente y con un lindo traje de quirófano en color azul, cortesía del Hospital San Javier.
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